sábado, 8 de mayo de 2021

Las ágiles monomotrices, velocistas pioneras. Estética de la tracción ferroviaria (VI)

 

El rodaje es  -ya lo comenté en la primera entrada- uno de los atributos más determinantes en la percepción estética de una locomotora de vapor tanto en reposo como en marcha, que es cuando, justamente, se revela su dimensión fundamental: la dinámica.  Aún así, no todos los rodajes tienen la misma ‘potencia’ visual: entre los destacables, y a pesar de tratarse de un rodaje -por definición- pionero y singular, uno de los más interesantes es el de un solo eje motor, capaz de constituirse en muchos casos como condicionante fundamental de la imagen global de la máquina.

Tal como ocurre con las atletas velocistas -de solvente tren inferior y larga zancada-, la estética de las locomotoras de vapor ‘monomotor’, ‘de rueda libre’ o ‘singles’ (en inglés) -de eje motriz único, en suma- refleja ya a primera vista su vocación corredora. Especialmente cómodas en los trazados de perfil suave, una relativa simplicidad técnica favoreció su longevidad asignadas a servicios rápidos de trenes ligeros. Y su imagen, marcada con frecuencia por lo espectacular de sus ruedas motoras y de sus prestaciones en servicio, alcanzó una justificada popularidad, capaz de consagrarlas como tempranos iconos de la velocidad ferroviaria.

Fig.1. El tipo Allan-Crewe, cuyo nombre se relaciona con el ingeniero y taller a quienes impropiamente se atribuye el concepto y construcción de sus primeras máquinas, representa una serie de máquinas de rodaje 1-1-1 ampliamente extendida en los comienzos del ferrocarril. Sobre un pedestal frente a la Universidad de Barcelona aparece en 1878 la ‘Mataró’, locomotora pionera del ferrocarril español peninsular. 

Fotos: Anónimo. Fuente: Wikipedia y Museo FC de Cataluña

Las posibilidades del eje motor único

Una locomotora de vapor es, -simplificando-, una agrupación sistémica -es decir, integrada- de componentes, funcionalmente orientados a remolcar trenes;  es, por tanto, esencial en su diseño conseguir un equilibrio bien afinado entre aquéllos con el fin de alcanzar las prestaciones deseadas. Un vistazo a la evolución de las locomotoras de eje motor único refleja el esfuerzo técnico que representan por sacar el máximo partido de una tecnología aún balbuceante, tanto remolcando cargas crecientes en consonancia con una mayor demanda de transporte como progresando en la entusiasta experiencia de la velocidad que, de los miedos suscitados inicialmente, pasó a constituirse en uno de los atractivos fundamentales del ferrocarril -de oportuno uso comercial.

Fig. 2. La popularidad de las locomotoras 1-1-1 a lo largo del siglo XIX en muchas redes queda reflejada en este detallado exvoto existente en la Basílica de Lourdes: se atribuye a la milagrosa intercesión de la Virgen -cuya imagen aparece nimbada por el humo de una de las máquinas- el que no hubiera víctimas en un choque frontal (Ygos, Francia, julio 1876) entre dos trenes, uno de los cuales era un especial de peregrinos de Niort       

Foto: http://www.wiki-niort.fr/Accident_ferroviaire_impliquant_des_Niortais


Es en buena medida en ese contexto de interés sostenido por ofrecer mejores velocidades comerciales, en el que las máquinas de un solo eje motriz asumieron, tanto en Gran Bretaña - sobre todo- como en otros países europeos, un protagonismo destacado. 

Teniendo en cuenta -entre otros- las aún limitadas prestaciones de la calderas -que solo hacia 1890 alcanzan presiones  de 10-11 kg/cm2; los límites a la carga por eje impuestos por la débil infraestructura, que necesita casi seis décadas para evolucionar desde las 4,3 tn de las Patentee originales del Liverpool & Manchester (1830) a las casi 19 tn de las 2-1-1 del Midland Railway (1890) [1]; y las limitaciones a la velocidad de partes mecánicas condicionadas por la resistencia de materiales -la velocidad de pistón evolucionó entre 1 m/s, (1840, locomotoras pioneras del Great Western, 48 km/h) a los 6,2 m/s de las brillantes 2-1-1 de Stirling, capaces de circular a 120 km/h en 1870- teniendo en cuenta esas limitaciones, digo, uno de los grados de libertad disponibles en el diseño fue el aumento del diámetro de la -única- rueda motriz que, en contrapartida con la reducción proporcional del esfuerzo de tracción, permitía construir locomotoras simples y rápidas, aunque, eso sí, de limitada capacidad de remolque. En el fondo, en esa apretada síntesis se contiene lo esencial de la razón de ser y de la larga vida en servicio de las locomotoras de un solo eje motor.


De la Patentee a la Jenny Lind 

Como ya vimos en su momento, las máquinas derivadas de la Patentee (Stephenson, 1837) contribuyeron, gracias a sus brillantes prestaciones, a la amplia presencia del rodaje 1-1-1 en muchos ferrocarriles durante el siglo XIX; éstas fueron -ya se comentó- una evolución natural de las locomotoras pioneras, de solo dos ejes, a las que se reprochaba una inconveniente inestabilidad en marcha.

Aunque la capacidad tractora (de las máquinas 1-1-1) fue motivo frecuente de controversia y debilidad relativa frente a otras de mayor peso adherente, su construcción regular se mantuvo hasta 1870; ello significa que fueron protagonistas naturales de la inauguración de numerosos ferrocarriles nacionales (Fig. 1 y 3).

Fig. 3. Fueron locomotoras de la saga ‘Patentee’ (izda. Adler, 1835, talleres Stephenson; dcha. La Belge, 1835, talleres Cockerill bajo licencia Stephenson) las protagonistas de la inauguración, respectivamente, de los ferrocarriles alemanes y belgas. 

Fotos: Carl Bellingrodt. Postcarte Deutsche Eisenbahn & Desconocido.International Publishing Corporation, S.A. Bruxelles. 1928


Entre 1830-40 este tipo de locomotoras figuraba en el catálogo de la mayoría de constructores británicos, que las exportaron masivamente; a pesar de las inevitables diferencias, en su imagen era perceptible, sin embargo, un cierto aire de familia entre ellas, siendo sus rasgos característicos una corta base rígida, bastidores exteriores -con frecuencia combinados con interiores-, largas chimeneas con capitel, ruedas motrices relativamente grandes (1,4 -2,1 m. diámetro, ya antes de 1840) y cámaras de combustión abovedadas. En lo relativo a las calderas, el domo no siempre estaba presente aunque, cuando lo estaba, en algunos casos la presencia de dos cúpulas se refería, una de ellas, al domo propiamente dicho y la otra a una cobertura de la válvula de seguridad.

Fig. 4. En Francia, la mayor plantilla y longevidad operativa de las máquinas de rodaje 1-1-1 en las diversas compañías, permite observar claramente su evolución estética, que muestra los signos del apartamiento de los iniciales patrones británicos; el desarrollo de la tecnología -en el equipamiento visible; así como la consolidación progresiva de un estilismo propio asociado a los fabricantes nacionales y, en general, aparentemente menos interesado en las consideraciones estéticas que en el caso británico                                                                                     

Fotos: Locomotoras 1-1-1 de las compañías francesas P.O. (1848), Oeste (1852), Midi (1856) 

Fuente: Tarjetas postales de época https://www.cparama.com/forum y Editor F. Fleury (Midi)

Desde un punto de vista estético, pues, y con cuerpos cilíndricos aún no sobrecargados de equipamiento auxiliar, junto con el siempre sugerente rodaje monomotriz, el eje vertical de la chimenea y el horizontal de la caldera constituían los principales elementos estructurantes de la imagen de la máquina. Al respecto se observa que mientras las locomotoras británicas mantuvieron en general a lo largo de los años una consistente limpieza de lineas, las construídas -o reformadas- en otros países fueron progresivamente apartándose de los patrones originales y consolidando pronto un cierto estilismo nacional propio (Fig.4). En todo caso, las calderas cortas y bajas de los primeros tiempos no contribuían a componer una estampa airosa de las máquinas.

Por lo que, puestos a elegir alguna imagen, quizás sea la de las locomotoras del tipo Jenny Lind’ (Wilson & Co., 1847 para el London Brighton and South Coast Railway), la que refleje con mayor claridad el interés porque la mejora de prestaciones no anduviera al margen de los intereses estéticos. Con una estructura resistente de doble bastidor (o bastidor mixto) debida a John Gray -que hizo escuela durante varias décadas- y un relativamente moderado diámetro de rueda motriz (6 ft.= 1,829 m), su limpieza general de líneas adornada por detalles como el calado del cubrerruedas, los fustes acanalados del domo y válvula de seguridad, rematados en bronce brillante, y el uso de caoba pulida ceñida con aros de latón como revestimiento de caldera confirman este entendimiento (Fig.5). Un detalle significativo -más adelante volveremos sobre él- es, aparte el uso de una presión de vapor (6,3 kg/cm2) alta para la época (1840), la posición relativamente elevada del centro de gravedad, con la que Gray se distancia de uno de los miedos típicos del momento en relación con el diseño de locomotoras [1].

Se les considera como las primeras máquinas construídas en serie a partir de un patrón de referencia, respecto al cual las desviaciones suponían importantes extracostes para los clientes; quizás por ello, en su diseño lo estético no fuera del todo ajeno a lo meramente comercial.

 Fig.5. Locomotora ‘Jenny Lind’ (1847, L.B.S.C.R.), cuya imagen refleja un equilibrio  entre intereses estéticos y comerciales                                                           

Dibujo: National Railway Museum / Science & Society Picture Library                                  

Foto: THE BRIGHTON BRANCH OF A.S.L.E.F. http://thebrightonbranchofaslef.yolasite.com/the-early-struggles.php


El buen desempeño de estas máquinas les proporcionó una nutrida descendencia en forma de series derivadas, cuyo cenit se considera asociado a la construcción (1886-1894) de las famosas 1-1-1 de Stirling para el Great Northern Railway (GB) (Fig.6). Estas máquinas, con ruedas de 2,28 m de diámetro, corresponden a la época (1890-1900) de resurrección del interés por las locomotoras monomotrices; en un momento en que ya los rodajes 1-2-0 y 2-2-0, de mayor peso adherente, se adaptaban mejor al remolque de trenes progresivamente más pesados, algunas compañías volvieron a confiar en aquéllas gracias al uso inteligente de la mayor carga sobre el eje motor permitida por la mayor calidad de la infraestructura y de la mejor adherencia facilitada por el uso del arenero de vapor, entonces de reciente invención (1887, F.Holt) [1].

Fig.6 Las elegantes locomotoras 1-1-1 de Stirling para el GNR (1886, Gran Bretaña) con sus ruedas de 2,28 m y 17,5 tn sobre el eje motriz, rivalizaron con éxito frente a otras de mayor peso adherente. Fueron el desarrollo final del tipo ‘Jenny Lind’ y se mantuvieron operativas hasta bien entrado el siglo XX Foto: Autor desconocido.

Fuente: https://glostransporthistory.visit-gloucestershire.co.uk/Single%20Driver%20Locomotives.htm


Las Allan-Crewe, pioneras del ferrocarril español

Entre las variadas versiones del rodaje 1-1-1, es obligado mencionar a la Allan-Crewe, en construcción desde 1841. Reconocible por sus dos cilindros exteriores adelantados y ligeramente inclinados, supuso una sensible mejora respecto a modelos previos que, con cilindros interiores, eran proclives a romper sus ejes motrices cigüeñales al circular por curvas cerradas. Por ello fue adoptada por muchas redes ferroviarias, entre ellas la pionera española peninsular, al constituir el parque motor inicial de la línea Barcelona-Mataró (Fig.1) (Fig.7).


Fig. 7 No parece fácil negar la grácil elegancia de las locomotoras de la clase ‘Lady of the Lake’ (1859-1865), subtipo de las ‘Crewe’ debido a Ramsbottom. La que dio nombre a la serie -en la foto- consiguió medalla de bronce en la Exposición Internacional de 1862. Con vistoso cubrerruedas; bastidor airosamente conformado; diámetro moderado de la motriz (2,28 m) y elegante cuerpo cilíndrico y accesorios, la máquina, junto a un ténder a juego, componen una magnífica estampa. Se echa quizás en falta, en todo caso, una marquesina más airosa y una posición de la chimenea y el domo alineada con los ejes. Esta serie fue la primera en dotarse de inyectores Giffard en Gran Bretaña, así como de captadores de agua en marcha, por lo que remolcando trenes correo se refiere algún recorrido sin parada de más de 200 kms (1862)


 Foto: Autor desconocido. Fuente: http://www.hotspurdesigns.net/lady-of-the-lake.html  y https://en.wikipedia.org/wiki/LNWR_Lady_of_the_Lake_class

No obstante, y quizás por su peor desempeño en líneas de perfil quebrado -como es frecuente entre las españolas- el rodaje 1-1-1 no concitó demasiados apoyos en nuestro país: una cuarentena escasa de locomotoras entre ellas, además de las seis del Barcelona-Mataró, las siete del FC. Madrid-Aranjuez a una de las cuales se le atribuye haber alcanzado en pruebas los 120 km/h en 1852, estableciendo el primer récord de velocidad ferroviaria en nuestro país (Fig.8).

Fig. 8. El rodaje 1-1-1, pionero de nuestro ferrocarril, pasó discretamente por su historia

 Fotos: (izda.) Museo del Ferrocarril. Locomotora Tardienta (1864, Cía. FC. Tardienta-Huesca)

(dcha.) Revista Ingeniería y Construcción. Sept. 1925. Loc. Cía. Sevilla-Jerez-Cádiz, 1859.

En todo caso, en el ámbito continental, el rodaje 1-1-1 (eje motor central) no contó en todos los países, tras la puesta en marcha de los primeros ferrocarriles, con el mismo favor que en Gran Bretaña, su lugar de procedencia: se le reprochaba que favorecía la descarga del eje delantero, y por tanto incrementaba el riesgo de descarrilamiento.


El Great Western Railway, escaparate de desmesuras ferroviarias

Pionera en el desarrollo del ferrocarril, Gran Bretaña es un país de orografía sólo moderadamente accidentada; ello permitió al rodaje 1-1-1 un amplio desarrollo dentro del parque motor de las diversas compañías. En todo caso, merece la pena detenerse un tanto en el caso del Great Western Railway (GWR), un ferrocarril construido (1838) a mayor gloria del extraordinario genio innovador del ingeniero I. K. Brunel. Éste, sosteniendo su posición frente a muchas opiniones contrarias, fijó para el GWR un ancho de vía de 2.140 mm (= 7 pies + ¼ pulgada) con el que pretendía a través de una comunicación con Londres competente, de alta capacidad, monopolizada mediante un ancho de vía diferente al estándar del resto de compañías, consolidar para Bristol el segundo lugar entre los puertos británicos ante la amenaza de otros del noroeste, especialmente el pujante Liverpool.

Con ese generoso ancho de vía, Brunel pudo contar con máquinas más potentes y estables en la marcha a mayores velocidades, y capaces por tanto, en los perfiles predominantemente suaves de las líneas del GWR, de defender la competencia del rodaje 1-1-1: de hecho en 1850-60 ya se practicaban regularmente en ellas velocidades de 100 km/h, es decir casi dos décadas antes que en las redes de ancho estandar.

No obstante, los primeros pasos de este peculiar ferrocarril lo protagonizaron algunas locomotoras, tozudamente impuestas -se dice [3]- por Brunel, que quedarán entre los despropósitos más sonados de la historia de la tracción ferroviaria (Fig.9) : hasta la entrada en servicio de las brillantes -nunca mejor dicho- North y Morning Star de la factoría Stephenson (Junio 1838), el GWR no dispuso de máquinas verdaderamente competentes.[4]

Fig. 9. La efímera ‘Hurricane’ (GWR, 1838), ha pasado a la historia del ferrocarril tanto por lo pobre de sus prestaciones como por lo espantable de su imagen, en la que destaca el diámetro (10 pies=3,05 m.) de su única rueda motriz sobre bastidor independiente.

 Fuente: Scientific American, diciembre 1911. https://www.jstor.org/stable/26009867?seq=1



Las posibilidades permitidas por el generoso ancho de vía del GWR -y de otras compañías afines del sudoeste británico- animó a los ingenieros de tracción a exprimir los recursos de la tracción monomotriz: presiones de caldera progresivamente crecientes; cargas por eje elevadas; velocidades de pistón moderadas y diámetros de rueda…¡¡enormes!!. Las locomotoras resultantes compartían, en general, un significativo atributo desde el punto de vista estético: el impacto visual dominante de ruedas motoras de diámetro desmesurado (Fig. 10)  que, con frecuencia, enmascaraban la elegancia asociada a su pureza de líneas.

Fig.10. Locomotora-ténder GWR nº 2002 (1876) de rodaje 2-1-2, diseño James Pearson. Aunque inicialmente construida (para el fc Bristol-Exeter) con ruedas motrices -sin pestaña, ni contrapesos- de 9 pies (2,74 m) de diámetro -lo que se considera récord mundial para locomotoras de servicio regular-, en el momento de la foto su diámetro era ya ‘sólo’ de 2,69 m. Concebidas para expresos en la línea Bristol-Exeter, podían superar los 120 km/h. Su peso adherente era de 18,5 tn. La desmesura de la rueda rompe un tanto la, por lo demás, suave estética de la máquina, aunque, en todo caso subraya su vocación por la velocidad

 Fuente: Scientific American, diciembre 1911. https://www.jstor.org/stable/26009867?seq=1


Al genio de Daniel Gooch, el gran ingeniero de tracción del GWR, se debe (1840-42) una serie de 62 máquinas 1-1-1 que diseñadas a partir de la exitosa serie Star de Stephenson, se encargarían durante casi cuatro décadas del remolque de expresos por las líneas de la compañía [4]. Y también las de la serie Iron Duke (rodaje 1-1-1-1) que, reforzadas con un eje portador delantero más, sobrevivieron hasta el final de la vía ancha (1892). 

Ambos tipos de locomotoras (Fig. 11) pueden considerarse representativas de la tracción durante el casi medio siglo de existencia del ancho diferenciado del GWR. Los bastidores exteriores -pesados a la vista- con aberturas triangulares a los efectos de aligeramiento; las calderas sin domo, (toma del vapor mediante tubo perforado); los hogares sobreelevados -tipo gótico, o almiar en las máquinas más antiguas-; cilindros y mecanismo interior; y largas chimeneas rematadas por capiteles conformaron la imagen de estas máquinas, cuyo enorme gálibo facilitaba acomodar visualmente mejor el notable efecto estético debido la desmesura inherente al gran diámetro del eje motor, habitualmente sin pestaña.

Fig.11. Hasta el final de la existencia de la vía ancha en el GWR, máquinas con ruedas motrices de 7 pies (izda. 2,13 m) o 8 pies (dcha. 2,44 m) remolcaron con solvencia los trenes de viajeros. El buen aprovechamiento de un peso adherente que podía alcanzar las 14 tn, les permitía alcanzar velocidades medias de 100 km/h (1846, Londres-Swindon) remolcando trenes de 100 tn..

 Fuente: Lightmoor Press. Y Steam Museum GWR


La transformación estética de las locomotoras 'convertibles' (GWR)

En virtud de una decisión del parlamento británico (Railway Regulation Gauge Act, 18 agosto 1846) en favor de oficializar el ‘ancho internacional’, el GWR hubo de adaptar progresivamente su red a este ancho normalizado a lo largo de un proceso que, abordado sobre todo a partir de 1869, finalizaría en 1892. En su transcurso fue necesario no sólo actuar sobre infraestructuras, sino también sobre el material motor.

Una de esas actuaciones fue la relativa a la curiosa serie de locomotoras (Dean convertibles), cuya transformación (Fig.12) ofrece interesantes connotaciones estéticas. Ocho locomotoras de la serie 3000 (3021-28) fueron, sucesivamente, construídas en rodaje 1-1-1 para ancho Brunel (1891); adaptadas al ancho internacional en el mismo formato de ejes (1892), y finalmente, transformadas a rodaje 2-1-1 (1894) ante su inestabilidad de marcha, que llegó a causar accidentes por la rotura del eje delantero. Esta profunda transformación estructural se acompañó de significativos cambios estéticos que llevaron a convertir una locomotora poco agraciada en otra considerada como una de las más elegantes -entre las de su rodaje- de toda la historia del ferrocarril.

Fig. 12. Las vicisitudes de la laboriosa serie 3000 del GWR muestran una interesante metamorfosis estética. La desafortunada imagen de la máquina original (1891), penalizada por el protagonismo del expuesto rodaje, los desalineamientos visuales, el tortuoso bastidor, la escasa marquesina y el artificioso ténder, evolucionó, a través del paso intermedio que supuso el diseño de 1892, hacia la locomotora final (1894), en la que la linealidad del bastidor, el cubrerruedas y, sobre todo, el bogie delantero, alineado con la chimenea, y que hace más airosa la parte delantera de la máquina, ayudan a conformar la imagen de la que se considera una de las más elegantes locomotoras británicas

Fotos: Diseños 1891 y 1892, Western Region, B.R. Diseño 1894: https://www.pinterest.co.uk/pin/302726406185315559/   



El vértigo de la velocidad: protagonismo pionero de las máquinas monomotrices

Muy pronto en su historia el ferrocarril reconoce las posibilidades del incremento de velocidad para responder a una demanda de transporte en rápido crecimiento. Una velocidad de la que, en principio, no tanto interesan los récords, sino el que progresivamente, cada tipo de tren -expresos, mercancías, correos- vayan en efecto mejorando sus velocidades medias de recorrido: mientras que en Rainhill (1829), en un contexto de concurso competitivo, la Rocket de Stephenson alcanza excepcionalmente 56 km/h, y en 1830 se viaja entre Liverpool y Manchester regularmente a 30 km/h en trenes de 40 tn, pocos años después (Gran Bretaña, 1847), y en un contexto de rivalidad entre los defensores de la vía de anchos Brunel y estándar, fueron frecuentes las exhibiciones de velocidad, alcanzándose en ciertas líneas de ambos anchos (vg. Londres-Bristol y Londres-Birmingham) los 100 km/h. [5]  Y a finales de siglo XIX, en muchas redes europeas, son habituales máximas de 100 km/h para trenes rápidos y expresos, mientras que mercancías y ómnibus circulan ya alrededor de los 60 km/h,… con cargas que pueden rondar ya las 300-400 tn, lo que indudablemente supone una mejora radical de la aportación socioeconómica del transporte ferroviario.

En esta relación con la velocidad, algunos ferrocarriles, como los de EE.UU., conscientes de los riesgos inherentes a la obtención de récords, rehúyen su publicidad directa y dejan a la prensa sensacionalista su ocasional divulgación, con el fin de no ahuyentar a la clientela; antes al contrario, hacen esfuerzos especiales para asegurarse su confianza, reforzando en su comunicación la seguridad de material e infraestructuras, la eficaz consistencia de las reglas operativas y la competencia de sus empleados. Buscan, en suma, que el viajero sea consciente de que, con las velocidades progresivamente mejoradas, se pretende ayudarle a ganar tiempo pero sin exponerle a riesgos innecesarios.[6]

Fig.13 De acuerdo con la estrategia de comunicación habitual en Gran Bretaña, las marchas récord obtenidas en la ‘Carrera hacia el Norte’ durante agosto de 1895 fueron oportunamente publicitadas por el Caledonian Railway, subrayando el papel jugado por el maquinista, convertido ocasionalmente en ‘héroe ferroviario’

Foto: Postcard published by Caledonian Railway ca. 1895  

Sin embargo, en el marco ferozmente competitivo propio del liberalismo dominante en el siglo XIX en Gran Bretaña, donde con frecuencia concurrían varias compañías ferroviarias en una misma relación de transporte, se llegaron a establecer alocadas competencias por reducir los tiempos de viaje entre algunas ciudades significativas. Es especialmente destacable la llamada -por la prensa del momento- Carrera hacia el Norte, (Fig.13) una competencia, -nunca reconocida, e incluso negada oficialmente- en relaciones estivales entre Londres y ciudades escocesas (Glasgow, Edimburgo, 1888 y Aberdeen, 1895), mantenida por las compañías London & North Western Railway (LNWR) and Caledonian Railway (CR) (por la costa oeste) y  Great Northern Railway (GNR) and North Eastern Railway (NER) (costa este), sobre todo en sus expresos nocturnos [7].

Fig.14. En agosto de 1888, en uno de los lances competitivos de la ‘carrera hacia el norte’, la locomotora 123 del Caledonian Railway alcanzó notoriedad nacional, al remolcar a una velocidad media de 95 km/h un tren rápido entre Carlisle y Edimburgo (160 km). Su prestigio le valió el honor de servir de máquina exploradora en viajes del Tren Real; su porte, indudablemente elegante, se acomodaba bien a tan cualificado menester. Permaneció en servicio hasta 1935.

Foto: Postal antigua. Fuente:  https://en.wikipedia.org/wiki/Caledonian_Railway_Single  

En el fragor competitivo (Fig.14), que obligaba a llevar a inquietantes límites las posibilidades del material rodante, reglas operativas -vg. cambios de máquina realizados en solo 90 segundos- y desempeño del personal, se alcanzaban regularmente con trenes de 100 tns. de carga, los 120 km/h y ocasionalmente medias comerciales entre paradas superiores a los 100 km/h, estableciéndose en algunos casos marchas que no pudieron ser mejoradas en muchas décadas.

En todo caso, esta situación -mantenida al filo de la navaja- llegó a su fin en el verano de 1896, cuando un expreso descarriló (Preston, 13 de julio) con dramáticas consecuencias. Tras él, las compañías competidoras llegaron al acuerdo -mantenido hasta los años 30 del siglo XX- de que sus trenes de Londres a Edimburgo y Glasgow no bajarían de las 8 horas de viaje.

Es en este contexto donde procede la referencia a una de esas máquinas en la historia del ferrocarril que, elegante y competente, bien merece la consideración de gacela del carril: la legendaria 2-1-1 de Stirling. Patrick Stirling (1820-95)[8], fue un ingeniero ferroviario que desarrolló una brillante carrera, sobre todo en el Great Northern Railway.

Firme defensor de las locomotoras de un solo eje motor -en cuyas posibilidades confiaba ciegamente- no lo era, sin embargo, del uso de bogie delantero. No obstante, al encarar el diseño de una máquina rápida para el remolque de rápidos y expresos, de gran rueda motriz (8 pies= 2,46 m), con el fin de no elevar en exceso el eje de la caldera usando un eje motor acodado, hubo de recurrir a cilindros exteriores de gran porte (46 cm diámetro x 71 cm carrera); ello condicionó casi inevitablemente la presencia de un bogie para una mejor compensación de las masas en la parte delantera de la máquina: fue la única vez que Stirling lo utilizó en toda su larga trayectoria de diseñador de locomotoras[3].

Fig.15. La elegancia de las 2-1-1 Stirling está asociada a algunas claras líneas de referencia visual, alineamiento y distancia de rodajes, simetrías (cabina y caja de humos), y curvaturas (bastidores, principal y del bogie). A pesar del protagonismo de la gran rueda, el conjunto locomotora-ténder está bien proporcionado, aunque lo mejoraría una marquesina más airosa

Foto: Ahrons, E.L. The British Steam Railway Locomotive 1825-1925. Bracken Books.1987. p 185 (modificado por JRS)


Las 2-1-1 de Stirling (conocidas como 8-footer por su diámetro de rueda) fueron máquinas revolucionarias para 1870, (Fig.15) las primeras de ese rodaje con cilindros exteriores en Gran Bretaña: construídas durante un cuarto de siglo en número de 53, a lo largo de ese tiempo reflejaron en sus parámetros de diseño el progreso de la ingeniería de locomotoras.

Evolución características 2-1-1 Stirling (1870-1895)

Lote (Año)

Diámetro x carrera (cm)

Presión caldera (kg/cm2)

Superficie Parrilla (m2)

Peso adherente (tn)

Peso total (tn)

1870

46 x 71

9,8

1,47

15

38

1895

49,5 x 71

11,9

1,86

20

49

 

En las carreras hacia el norte referidas, las 2-1-1 Stirling adquirieron una bien ganada reputación de buenas corredoras, con puntas de velocidad -año 1880- cercanas a 130 km/h (80 millas/h) remolcando cargas de 200 tn en los cómodos trazados del Great Northern Railway; su solvencia funcional confirmó al fin la apuesta de Stirling por este tipo de máquinas, rápidas, fiables y simples.

Fig. 16. El porte espectacular de las 2-1-1 de Stirling es consecuencia natural de su elegante simplicidad.

Fuente: Patrick Stirling. Grace’s Guide to British Industrial History. Y Wikipedia GNR Stirling 2-1-1

Esas magníficas prestaciones en todo caso, estuvieron en consonancia con una imagen espectacular (Fig. 16), de talle airoso, líneas armoniosas y vistosos detalles -guardabarros, chimenea-, subrayada por una elegante librea en color verde; están consideradas justamente entre las máquinas más elegantes construídas en la historia del ferrocarril.(Fig. 17) A subrayar cómo, al igual que ocurrió en muchas locomotoras británicas, los areneros estaban integrados con el cubrerruedas, minimizando así su impacto visual sobre el cuerpo cilíndrico.

Fig. 17. La locomotora nº1 (construida en 1870) y participante en las ‘carreras hacia el norte’ británicas, ha sido preservada en el Museo Ferroviario de York y se encuentra en orden ocasional de marcha

Fuente: https://preservedbritishsteamlocomotives.com/6292-2/ GNR A2 2-1-1 Stirling Single

La popularidad, tanto en términos de desempeño como de imagen, de las locomotoras que protagonizaron esas referidas ‘carreras hacia el norte’ en Gran Bretaña -en un momento en que ya las máquinas de dos ejes acoplados dominaban el remolque de trenes progresivamente más pesados- contribuyó a revitalizar el interés por las locomotoras de un solo eje motor para el tráfico de viajeros a finales del siglo XIX. Como representantes del brillante canto de cisne de este tipo de máquinas, aparte las elegantes 1-1-1 de Stirling ya comentadas, están las veintiuna de la compañía Great Eastern entre 1888-93, justamente las últimas de este rodaje construídas para un ferrocarril británico, y que, incorporando en su diseño los últimos adelantos (toma de agua en marcha, arenero de vapor, fuelización), eran capaces de llevar a cabo recorridos sin parada superiores a los 200 km (Londres-Cromer, 138 millas en 1896) [1].

Fig. 18. Locomotora 1-1-1 serie D27 del Great Eastern Railway (1888-93), últimas de este tipo de rodaje construídas en Gran Bretaña, y en servicio hasta 1907. Su imagen, penalizada por una pobre resolución del tercio delantero de la máquina y el macizo cubrerruedas ciego, queda alejada de la elegancia de las Stirling 2-1-1

Fuente: https://www.gersociety.org.uk/index.php/locomotives/j-holden/d27


Nadie es profeta en su tierra: las Crampton

Pero la consecución de velocidades elevadas con locomotoras de marcha estable con un solo eje motor en cabeza de trenes progresivamente más pesados no fue, a pesar de los brillantes hitos ya referidos, un logro trivial. Ni mucho menos. Y es interesante acercarse a conocer algo mejor cómo los ingenieros del momento soslayaron algunos de los obstáculos del camino: por ejemplo, la posición del eje de la caldera.

Durante muchos años, y dada su influencia radical sobre la posición del centro de gravedad de la máquina, se consideró como paradigma entre los ingenieros el situar la caldera lo más baja posible; de ese modo -pensaban- se ganaba estabilidad, sobre todo al circular en curva.

Convertido este aspecto casi en obsesión para algunos, condujo a singulares diseños de locomotoras. Un caso extremo lo representa la Cornwall, diseñada (1847) por Francis Trevithick, hijo de Richard, el genial pionero de la tracción ferroviaria. De rodaje 2-1-1, con el fin de conseguir un centro de gravedad lo más bajo posible, se le dotó de una insólita caldera -patentada por Crampton-, de compleja forma y situada toda ella por debajo del plano que contenía el eje motor, con ruedas de 2,59 m de diámetro. Por si fuera poco, el eje portador trasero atravesaba, alojado en un tubo, el hogar. Aunque la original máquina fue expuesta en la Exposición Mundial de 1851 en Londres, su vida operativa fue corta en su estado original; en 1858 fue reconstruída por Ramsbottom como una máquina convencional 1-1-1, se mantuvo en servicio hasta 1925, y, finalmente fue -y está- felizmente preservada en el Museo Nacional Ferroviario británico.

Fig. 19. Metamorfosis de la ‘Cornwall’. La excesiva complejidad del atrevido prototipo de caldera baja (izda.), devino en su transformación en una  locomotora convencional, que desde 1858 y durante seis décadas ofreció brillantes servicios en los que con comodidad superaba los 100 km/h.

Fotos: (Izda.) E. L. Ahrons (1927). British Steam Railway Locomotive y Anónimo. (Dcha.) Anónimo.

Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/LNWR_2-2-2_3020_Cornwall



Pero quizás, entre las locomotoras de 'caldera baja', quizás sea el Crampton el más conocido dada su imagen inconfundible.

Thomas R. Crampton (1816-1881) fue un competente y versátil ingeniero -se formó durante un tiempo en el GWR junto a Brunel- que abogó por una locomotora en la que se combinara una alta capacidad evaporativa en la caldera -esencial para asegurar la potencia necesaria- con un bajo centro de gravedad, lo más cerca posible de la horizontal donde se aplica el esfuerzo de tracción: con ello se mejoraría la estabilidad de marcha de la máquina. Porque en el fondo, lo que Crampton pretendía era diseñar una máquina para vía de ancho estándar capaz de rivalizar en desempeño con las de vía ancha del GWR, potentes y estables [9].

Fig. 20. La peculiar imagen de las ‘Crampton’ se aprecia con claridad en el dibujo, correspondiente a un modelo para exportación (1846). A la derecha, y con una estética muy del gusto tradicional británico, la ‘Folkstone’, uno de los limitados ejemplares destinados al mercado interior; con cilindros interiores y eje cigüeñal intermedio, lo que obligaba a subir un tanto el eje de la caldera, alejándose así del referencial de este tipo de locomotoras

Fotos: Grace’s Guide to British Industrial History (izda.) y   H. Fox Talbot. W. Clowes & Sons, Printers, 1852 (Wikipedia Crampton) .  


Sus locomotoras, de rodaje 1-1-1 y 2-1-0, se caracterizan visualmente, entre otras mejoras, por la situación -con carácter no pionero [10]- del único eje motor, de gran diámetro, situado -para evitar su interferencia con la caldera- en una posición muy atrasada, detrás de la caja de fuego, por encima del suelo de la marquesina y justo por debajo de la puerta del hogar; los cilindros eran -aunque no siempre- exteriores, situados cerca del centro de la máquina. Y la larga caldera -en línea con las long boiler de Stephenson-, con el fin de facilitar su encaje en el bastidor tenía habitualmente inusual -e inconveniente- sección elíptica, lo que, sometida a la presión interna – ca. 7 kg/cm2- agravaba los efectos de la fatiga de materiales; la escasa altura de su eje sobre el nivel del carril (1,4 – 1,6 m.) concertaba plenamente con los objetivos funcionales del modelo.

No fueron, sin embargo, las Crampton profetas en su tierra: se les achacaba ‘dureza’, agresividad sobre la vía, debido a su larga base rígida y a la retrasada posición del eje motor. Aunque Crampton presentó su patente en 1842, no debe extrañar, por tanto que las dos primeras (1846) lo fueran para una línea belga -de propiedad británica: la Namur y Lieja Railway. Finalmente se construyeron solo 51 para Gran Bretaña, y sin embargo, casi 300 para Francia -especialmente-, y Alemania, donde fueron muy populares, quizás por su mejor compatibilidad con la mayor calidad de las vías continentales (Fig. 21) (Fig. 22). Eran consideradas máquinas estables en la marcha a alta velocidad, y solo al aumentar las cargas remolcadas evidenciaron las limitaciones de su bajo peso (11,5 -13 tn) sobre el eje motriz, muy alejado del centro de gravedad; por ello, en algunos casos se recurrió a incorporar lastres en la zona de la marquesina.


Fig. 21. Alemania (izda. locomotora Badenia, 1868) y Francia (dcha. Locomotora 177, Est 1855) apostaron pronto por locomotoras de tipo Crampton. La discutible estética natural de estas locomotoras se veía aún más perjudicada con la proliferación del aparellaje alrededor del cuerpo cilíndrico

Fotos: Autor desconocido (https://de.wikipedia.org/wiki/Badische_IX_(alt)-)  y https://www.cparama.com/ (postal editor H.M.P.)  


Francia importó con entusiasmo el sistema Crampton. Se atribuye a Houel, ingeniero jefe de la empresa Cail[1]-cuyo propietario se hizo en 1848 con la patente en Francia-[2], la introducción de adaptaciones significativas sobre el modelo británico, rediseñando los circuitos de vapor y la distribución, y rigidizando el bastidor con largueros exteriores, de estética no siempre convincente. Sus buenas prestaciones en marcha facilitaron el que por un decreto imperial (Napoleón III, 30 de julio de 1853)[3], fueran autorizadas a circular regularmente a 120 km/h por la red de la compañía del Norte; a una Crampton precisamente, en pruebas por la red del P.L.M. se debe el 20 de junio de 1890, haber alcanzado los 144 km/h, récord de velocidad mundial en ese momento. Su prestigio se extendía a sus maquinistas, -verdaderos aristócratas entre los ferroviarios, se distinguían usando gorras específicas- y a los trenes que remolcaban.

Fig. 22. Rusia (1858) también dispuso de locomotoras Crampton construídas por Cail (Francia); su chimenea parachispas las diferencia respecto a otras continentales. Inicialmente suministradas sin cabina, pronto hubo de instalárseles una para proteger a las tripulaciones de los rigores del clima.

Foto: La Vie du Rail Fuente: Fievez, J. F. Cail: Un destin hors du commun


La imagen de las Crampton, aún indisimulable, -algunos la asocian a los típicos barcos de vapor con ruedas de paletas del Mississippi- no fue especialmente afortunada: presentaban una estampa achaparrada, sin domo habitualmente, a la que lo aparatoso de la enorme rueda motriz trasera (2,14 – 2, 44 m diámetro), una larga chimenea y el escueto parabrisas de la marquesina -cuando existía- no ayudaban a suavizar. El añadido de equipamiento alrededor del cuerpo cilíndrico, y el refuerzo del bastidor con largueros exteriores, propios de su versión a la francesa, las alejaba aun más de los cánones estéticos, si bien la potente imagen de su gran rueda trasera reforzaba su vocación de buenas corredoras.

Las efímeras monomotrices norteamericanas

Ya en 1845 las locomotoras de un solo eje motor -que durante un tiempo gozaron allí del favor de muchas compañías- eran consideradas obsoletas en Norteamérica por su limitado peso adherente y tendencia al patinaje, y habían cedido el testigo a las 2-2-0, que a cambio de solo una considerada ligeramente mayor complejidad -y coste- eran capaces de proporcionar un esfuerzo tractor hasta un 60% superior, ofreciendo incluso mejores condiciones de marcha.

Sin embargo, una visita a Europa de Robert L. Stevens, presidente del Camden y Amboy R.R., justo en la época de mayor promoción inicial de las locomotoras Crampton, sirvió para que éste se decidiera a apostar por este modelo para su compañía. Lo hizo ‘a la americana’, es decir ‘tuneando’ el diseño original para construir una serie de siete aparatosas locomotoras de rodaje 3-1-0 (Norris 1849-1853) (Fig. 23), rápidas en marcha -ruedas de 2,44 m- pero torpes al arranque, y de muy escaso esfuerzo tractor, que rápidamente (1857) fueron ya transformadas en 2-2-0.

Fig. 23. Las 3-1-0 del Camden & Amboy RR.,(1849) aunque  aparatosas, incompetentes y efímeras, sirvieron a la revitalización de las locomotoras monomotriz en las redes de EE.UU

Foto: Smithsonian Chaney negative 2455. American Single and the Pioneer. John White.



Aunque fallido, la mera existencia de este proyecto sirvió para espolear el interés de los emprendedores norteamericanos en un formato de locomotora que por su aparente simplicidad, mayor seguridad, y menor coste concitaba simpatía en las nuevas generaciones de ingenieros, tanto más cuanto que les llegaban de Europa estimulantes noticias acerca de su buen desempeño en muchas redes. Tras varios otros intentos fracasados, en 1880, Baldwin, a solicitud del Philadelphia and Reading R.R. que buscaba conseguir el mayor impacto publicitario para una nueva relación ferroviaria (Philadelphia-Jersey City), construyó una locomotora -número 5000 de su catálogo- que, en pruebas, ofreció ilusionantes expectativas; en su diseño, y con el objeto de mejorar su desempeño tractor, se les dotó de actuadores de vapor para poder aumentar ocasionalmente el peso adherente y compensar así la debilidad quizás más significativa de las monomotrices.

Lamentablemente, la bancarrota del ferrocarril ordenante antes de su entrega, expuso a la máquina a imprevistas vicisitudes: renombrada Lovett Eames, sirvió al fin -en Gran Bretaña- como expositor promocional itinerante de un freno de vacío diseñado por un tal Frederick Eames, que fue quien compró a Baldwin, a precio de saldo, la máquina. El fracaso comercial de esta iniciativa acabó finalmente con la desventurada máquina desguazada en suelo británico (Fig. 24).

Fig. 24. Entre los infructuosos intentos de revitalizar las máquinas monomotrices en Norteamérica, acontece la dramática desventura de la ‘Lovett Eames’, construida por Baldwin (1880): la máquina original, adaptada al escueto gálibo británico  -obsérvese la cabina- terminó sus días en Gran Bretaña como banco de pruebas a un fallido tipo de freno de vacío

Foto: Archivo R. E. Bleasdale . American Single and the Pioneer. John White jr. Ed. Smithsonian  Institute


El último intento norteamericano de rescate de las locomotoras de un solo eje motor para el remolque de trenes rápidos y expresos lo representan dos máquinas construídas por Baldwin -de nuevo- para el Philadelphia and Reading R.R. en 1895. En pleno apogeo de la moda de los aparatosos biciclos de gran rueda, las pesadas (57,5 tn) locomotoras-biciclo, -como se les denominó-, con su rueda de 2,14 m., aunque rápidas (100 km/h) se veían incapaces de remontar con solvencia, ni siquiera con trenes ligeros, las rampas de 18 milésimas existentes en parte del recorrido; finalmente en 1904 fueron reconstruídas como 2-2-0. Estéticamente estas dos locomotoras -compound, con 14,1 kg/cm2 de presión de caldera y hogar Wootten apto para quemar menudos de antracita- presentaban la atrevida e inconfundible estética propia de las locomotoras camelback con su cabina a horcajadas sobre la caldera (Fig.25)[11].

Fig. 25. Las dos ‘locomotoras-biciclo’ (1895, Baldwin) construidas para Philadelphia and Reading R.R., de estética ‘camelback,’ fue el último -y también fallido- intento norteamericano de rescate de las máquinas monomotrices para sus trenes rápidos y expresos.

Foto: Archivo Thomas Norrell . American Single and the Pioneer. John White jr.


Aplicaciones misceláneas del eje motor único

De todos modos, no todo fue deslumbrante figuración en la historia de las locomotoras de un solo eje motor. En absoluto. Muchas de ellas, una vez descartadas de los servicios más importantes -lo cual, como queda dicho, ocurrió pronto en Norteamérica teniendo en cuenta lo irregular de sus vías y lo pesado de sus trenes-, o construídas exprofeso, fueron útiles durante décadas para el remolque de trenes ligeros en líneas suburbanas, secundarias o como vehículos especiales, con frecuencia bajo la forma de locomotoras-ténder (Fig. 26). Con ruedas de diámetro discreto (1,4 m.), y peso total inferior a 20 tn., estas máquinas eran capaces de sostener velocidades de 40-60 km/h con trenes de 70-100 tn.

Fig. 26. Esta máquina-ténder, construida por Danforth, Cooke & Company, (1864) para el Central Railroad of New Jersey's ejemplifica bien la aplicación del rodaje monomotriz para servicios secundarios. La estética, lógicamente, es típicamente norteamericana, con una espaciosa cabina, ampliada para acoger carbonera y depósito de agua

Foto: Archivo Thomas Norrell . American Single and the Pioneer. John White jr.


Otras utilidades destacables de la tracción monomotriz se relacionan con su aplicación a vehículos especiales (Fig. 27) (Fig. 28), a los que proporcionaba autonomía y flexibilidad operativa, así como a primitivos automotores de vapor, ya operativos en el último tercio del siglo XIX. 

Fig. 27. La simplicidad de las locomotoras de un solo eje motor ofrecía, entre otras, oportunidades para acoplarse a vehículos especializados, con funciones, por ejemplo, de inspección (izda. Gran Bretaña, 1899) y representación (dcha. Egipto, 1862). Este último, construido por Stephenson para el virrey de Egipto fue realizado con lujosos detalles y cuidada terminación: la mayoría de accesorios estaban dorados, e incluso los mandos de la máquina fueron realizados en plata

Foto: Autor desconocido. London and South Western Railway F9 class inspection locomotive and saloon (izda.) y

https://www.pinterest.es/pin/761460249470910506/ (dcha.)


En todo caso, en estos vehículos, el concepto tradicional de locomotora se difumina en mayor o menor grado, y con él la estética que le es habitualmente propia, en favor de una imagen en la que dominan los atributos propios de la funcionalidad principal del vehículo asociado.

Fig. 28. Se encuentra también la tracción monomotriz en aplicaciones relacionadas con algunos automotores pioneros

Foto (izda.): Autor desconocido. Línea Korneuburg–Ernstbrunn, Austria. Automotor de vapor nº 30 (1907). https://de.wikipedia.org/wiki/Lokalbahn_Korneuburg%E2%80%93Hohenau y

Foto (dcha.): Automotor de vapor del Columbus, Piqua, and Indianapolis Railroad in 1861.

(Smithsonian Chaney negative 10803)


Conclusión

Las locomotoras de un solo eje motor, progresivamente relegadas a servicios secundarios o de apoyo, fueron retiradas en su mayoría a lo largo del primer tercio del siglo XX, cediendo el protagonismo a las de dos y tres ejes acoplados. No obstante, existe constancia (vg. Portugal, Fig. 29) de la supervivencia en servicio de algunos ejemplares hasta bien avanzado el siglo XX.

Fig. 29. Construída en 1857 para el Ferrocarril Central Peninsular, esta locomotora ténder 1-1-1 estuvo en servicio en Portugal hasta 1946. Posteriormente fue preservada para el Museo Ferroviario. Es la locomotora de vapor preservada más antigua de la Península Ibérica

Foto: SLS Photo Collection. Fuente: http://www.eurorail.org.uk/acrobat/iberianarchive/correo_26.pdf


E, incluso, merece la pena subrayar, ya para terminar, el curioso caso de locomotoras 1-1-1 específicamente construídas en el siglo XX. Tal ocurrió con las veinte de la serie Tk de los ferrocarriles de Letonia, construídas entre 1928-34, algunas de las cuales (2), tras sufrir las vicisitudes de la II Guerra Mundial -expolio alemán y soviético- terminaron sus días en los ferrocarriles polacos, sirviendo hasta fecha tan tardía como 1969 (Fig. 30). 

Aunque de estética poco afortunada, estas máquinas-ténder, que utilizaban vapor a 14,5 kg/cm2, se demostraron capaces para el servicio con trenes ligeros en líneas secundarias, alcanzando velocidades máximas de 75 km /h con sus ruedas motrices de 1,5 m de diámetro; el mejor aprovechamiento del esfuerzo motor se conseguía gracias a la redistribución de cargas (16-17 tn) sobre el eje motor mediante el uso de cilindros neumáticos: como se ve, mitigar la que quizás era debilidad fundamental del diseño de este tipo de máquinas -su bajo peso adherente- siguió siendo una preocupación para los ingenieros hasta los modelos postreros.

Fig. 30. Las máquinas de la serie Tk de los ff.cc. de Letonia, de azarosa vida, -marcada por las amargas vicisitudes de la II Guerra Mundial y finalizada en Polonia-, fueron construídas bien avanzado el siglo XX, por lo que constituyen un buen ejemplo de la perdurabilidad del concepto de la tracción vapor monomotriz. 

Fuente: http://www.locomotives.com.pl/Passenger%20Tank%20Locomotives/OKa1.htm



A pesar de que con justicia los rodajes de un solo eje motor (en sus versiones 1-1-1 y 2-1-1, las más frecuentes) fueron considerados relativamente pronto como primitivos y limitados, las locomotoras monomotrices fueron longevas en los trazados favorables de muchas redes durante buena parte del siglo XIX, y su presencia en servicio se extendió en algunos casos durante más de un siglo, compitiendo con éxito frente a las máquinas de varios ejes acoplados en el remolque de trenes de viajeros.

 Sobreponiéndose a las servidumbres de su limitado peso adherente -que pronto las descartó para el remolque de mercancías-, fueron máquinas competentes, simples y ágiles, de especial brillantez en trazados suaves en los que, con grandes ruedas, ofrecieron con frecuencia prestaciones deslumbrantes. 

No fue uniforme, en todo caso, el apoyo con el que contaron: su desarrollo fue especialmente extenso en algunos países como Gran Bretaña -mayoritariamente a través del formato de eje motor intermedio- y, en menor medida, Francia, donde triunfó sobre todo la versión Crampton que llegó a constituirse en verdadera categoría, añadiendo su peculiar imagen un plus de valor, de prestigio, a los trenes que remolcaban. En otros países, Norteamérica, vg., su presencia fue mucho menor, y fueron pronto desplazadas por máquinas con mayor esfuerzo de tracción. 

Características comparativas locomotoras monomotrices (1833-1894)

Año

Clase (País)

 

(*) Locomotoras del GWR, ancho Brunel (7 pies)

Rodaje

Diámetro Rueda (m.)

Presión (kg/cm2)

Cilindros (diám.x carrera, mm.)

Peso adherente (tn)

Peso total (tn)

1833

Patentee (GB)

1-1-1

1.524

3,5

297 x 457

4,5

11,5

1837

North Star (GB)(*)

1-1-1

2.134

3,5

406 x 406

7,3

18,25

 

1843

Crewe (GB)

1-1-1

1.676

4,9

330 x 508

6,2

15

1847

Jenny Lind (GB)

1-1-1

1.830

8,4

330 x 508

8,7

24,1

1847

Iron Duke (GB)(*)

1-1-1-1

2.440

7

457 x 610

12,5

35,5

1849

Crampton (FR)

2-1-1

2.100

7

400 x 550

13

29

1859

Lady of the Lake (GB)

1-1-1

2.324

8,4

406 X 610

11,5

27

1870

Stirling 8 f (GB)

2-1-1

2.460

9,8

457 x 711

17,75

38,5

1886

Caledonian 123 (GB)

2-1-1

2.134

10,5

457 x 660

17

41,9

1894

Dean Convertible (GB)

2-1-1

2.350

11,2

482 x 610

18

49









Resumen comparativo de la evolución de características básicas de locomotoras monomotrices durante el siglo XIX. Caracterizadas en general por un gran diámetro de rueda, con un aprovechamiento adherente del 46% de su peso total, las Stirling 8f del GNR destacaron por combinar eficiencia y elegancia de un modo particularmente brillante

Fuentes: Reed, Brian. British Single-Drivers. Loco Profile 5 y  La locomotive Crampton. Musée des arts et métiers

 


La estética de estas locomotoras estuvo, sin duda, condicionada por la presencia de su único eje motor que, exprimido en sus prestaciones con una creciente carga por eje y, sobre todo, a través del incremento de diámetro llegó a extremos de desmesura sin parangón en la historia del ferrocarril. A pesar de que esa desmesura -que en sí misma transmitía una clara vocación velocista- podía desenfocar fácilmente la imagen de la máquina, haciéndola desproporcionada, algunos diseños británicos bien compensados, con la caldera más elevada, bogie delantero, líneas suaves y accesorios contenidos y de cuidada terminación, se cuentan por derecho propio entre las máquinas más elegantes de la historia del ferrocarril.


JRS. Mayo 2021.


Referencias:

[1] Reed, Brian. British Single-Drivers. Loco Profile 5. Profile Publications Ltd. Windsor, Berk.

[2] En el caso de máquinas con ténder, aparte las seis del Barcelona-Mataró, se contabilizaron otras veinte en el Sevilla-Jerez-Cádiz (1859) y cuatro en el Barcelona-Granollers; y en el formato de máquinas-ténder existieron dos en el Tardienta-Huesca (1864), y otras siete en el Madrid-Aranjuez. Fuente: Arenillas, J. Historia de la Tracción en los Ferrocarriles Españoles.Vía Libre.  & G. Reder y F.F.Sanz. Antología de la locomotora de vapor en España. Vía Libre & Pere Comas. Breve Historia de la Tracción Vapor en MZA. Julio 2011 & A.R. Nuevo récord de velocidad ferroviaria. V.L. Julio-Agosto 2006.

[3] GWR Wikipedia https://en.wikipedia.org/wiki/Great_Western_Railway  & https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_GWR_broad_gauge_locomotives

[4] Ahrons, E.L. The British Steam Railway Locomotive 1825-1925. Bracken Books.1987.

[5] https://railwaywondersoftheworld.com/storyloco2.html

[6]Lamming, C. Le chemin de fer: dès sa naissance, sa raison d’être sera la vitesse. https://trainconsultant.com

[7] Wikipedia. Race to the North.

[8] https://www.gracesguide.co.uk/Patrick_Stirling

[9] Grace´s Guide To British Industrial History: Thomas Russell Crampton

[10] Parece que Stephenson & Tayleur habían construido ya máquinas similares para EE.UU (1833) s/Ahrons, E.L. The British Steam Railway Locomotive 1825-1925. Bracken Books.1987

[11] White, John jr. American Single and the Pioneer. SMITHSONIAN INSTITUTION PRESS / CITY OF WASH INGTON / 1973




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